martes, 8 de septiembre de 2009

LA TEOLOGÍA MISTICA del Pseudo Dionisio


Recurriendo al nombre de Dionisio Areopagita, discípulo de San Pablo, el Pseudo Dionisio escribe en el siglo VI una serie de escritos en donde usa la fuerza del pensamiento griego para expresar el mensaje cristiano. El neoplatonismo es la expresión, la búsqueda del Dios de la fe es la intención.

Nos han llegado de él diez cartas y cuatro tratados, que son: Sobre los nombres de Dios, Sobre la jerarquía celestial, Sobre la jerarquía eclesiástica y Sobre la teología mística, que aquí comentamos.

Reconociendo que existe un camino de teología positiva, que consiste en afirmaciones sobre Dios, el Pseudo Dionisio nos invita en su Teología Mística a seguir la teología negativa, el camino de la negación, de saber que no podemos decir ni pensar nada que sea adecuado a Dios. En efecto, para este autor, Dios es la Causa universal está por encima de todo lo creado. Se sitúa más allá de todo, trasciende a todo. Por eso no podemos hablar de ella ni entenderla.

Para alcanzar a Dios hay que remover todos los obstáculos.

“Miremos, por tanto, aquella tiniebla supraesencial que no dejan ver las luces de las cosas”.
“Quitamos todo aquello que impide conocer desnudamente al Incognoscible, conocido solamente a través de las cosas que lo envuelven”.


El Pseudo Dionisio nos invita a renunciar a los sentidos y al mismo entendimiento para entrar en la contemplación mística y elevarse en éxtasis a Dios:

“Ésta es mi oración. Timoteo, amigo mío, entregado por completo a la contemplación mística, renuncia a los sentidos, a las operaciones intelectuales, a todo lo sensible y a lo inteligible. Despójate de todas las cosas que son y aun de las que no son y elévate así, cuanto puedas, hasta unirte en el no saber con aquel que está más allá de todo ser y de todo saber. Porque por el libre, absoluto y puro apartamiento de ti mismo y de todas las cosas, arrojándolo todo y del todo, serás elevado en puro éxtasis hasta el Rayo de tinieblas de la divina Supraesencia”.

“¡Ojalá podamos también nosotros penetrar en esta más que luminosa oscuridad! ¡Renunciemos a toda visión y conocimiento para ver y conocer lo invisible e incognoscible: a Aquel que está más allá de toda visión y conocimiento!”.


El Pseudo Dionisio nos aclara este proceso comparándolo con la acción del escultor, que remueve el exterior para dejar que se revele la belleza:

“Porque ésta es la visión y conocimiento verdaderos: y por el hecho mismo de abandonar todo cuanto existe se celebra lo sobreesencial en modo sobreesencial. Así como los escultores esculpen las estatuas, quitando todo aquello que a modo de envoltura impide ver claramente la forma encubierta. Basta este simple despojo para que se manifieste la oculta y genuina belleza”.

Permaneceremos entonces en silencio ante el Dios inefable, cuya realidad también es silenciosa:

“Por tanto, ahora, a medida que nos adentramos en aquella Tiniebla que hay más allá de la inteligencia, llegamos a quedarnos no sólo cortos en palabras, sino más aún, en perfecto silencio y sin pensar en nada”.
“la misericordiosa Causa de todas las cosas es elocuente y silenciosa, en realidad callada. No es racional ni inteligible, pues es supraesencial a todo ser”.

Este camino de ascenso es comparable al que realizó Moisés en su ascenso al monte:

“Entonces, es cuando libre el espíritu, y despojado de todo cuanto ve y es visto, penetra (Moisés) en las misteriosas Tinieblas del no-saber. Allí, renunciado a todo lo que pueda la mente concebir, abismado totalmente en lo que no percibe ni comprende, se abandona por completo en aquel que está más allá de todo ser. Allí, sin pertenecerse a sí mismo ni a nadie, renunciando a todo conocimiento, queda unido por lo más noble de su ser con Aquel que escapa a todo conocimiento. Por lo mismo que nada conoce, entiende sobre toda inteligencia”.

Estas ideas del Pseudo Dionisio permearon la Edad Media, principalmente gracias a la traducción de sus obras al latín por Escoto Erígena en el siglo IX, durante el renacimiento carolingio. El Pseudo Dionisio es citado 1.760 veces en su Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino

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